domingo, 26 de febrero de 2012

And the Oscar goes to...Griffith!


David Wark Griffith (La Grange, Kentucky, 22 de enero de 1875  Hollywood, 21 de julio de 1948) fue considerado «El padre del cine moderno» y el creador del modelo americano de representación cinematográfica (o montaje invisible) debido a las innovaciones aportadas por sus obras.
La importancia del cine griffithiano no se centra tanto en la innovación temática –ya que en la mayoría de las ocasiones se emplean temas que ya se han tratado con anterioridad en el cine primitivo, tales como el amor, los celos o la muerte- como en la técnica. Su imaginación y destreza tras las cámaras lo convierten en el director más destacable de la época, gracias a que su cine supuso un cambio radical en la base del lenguaje cinematográfico al introducir una forma nueva de contar historias.


En el período anterior a su aparición, existían dos discursos predominantes: el de los hermanos Lumière y el de Méliès. Mientras que en el primero se pretende plasmar la realidad, buscando composiciones que nos recuerdan a los estilos pictóricos de la época; en el segundo se aplica a la puesta en escena la tradición carnavalesca y del mundo de la magia, otorgándole a sus filmes una categorización ligada ciertamente al mundo del espectáculo. Griffith abandona estas técnicas, buscando una nueva forma de crear películas fundamentalmente en base a la similitud que puede existir con la creación narrativa de la novela decimonónica. Por ello, su tarea fundamental se centra en la separación del modelo fotográfico-teatral primitivo, ya que el decía que si Dickens podía escribir novelas alternando escenas, a través de una narración totalmente coherente, él podía hacer lo mismo en cuadros de película, entendiendo de esa manera la edición como un equivalente de la relación entre escenas literarias.
Atendiendo a esta premisa, Griffith transforma radicalmente el espacio del film a partir de una serie de elementos que marcarían toda su obra: el empleo del fuera de campo –sobre todo a partir de las miradas de los personajes-, el uso del montaje paralelo, la representación vertical de la acción, el incipiente uso de una jerarquización de los planos o el empleo de “espacios continuos” relacionados a través de puertas comunicantes.
The Musketers Of Pig Alley (1912), en la que el tema versa alrededor de la frase presentada en los títulos “Un favor se merece otro”, se trata de la primera pelí­cula en la que se establecen ciertas caracterí­sticas del género de gangsters; aunque, la verdadera importancia de este filme no recae en uso de la temática si no en la necesidad del director de innovar la narratividad fílmica a partir de la construcción de un nuevo lenguaje cinematográfico.
Manteniendo ciertos elementos propios del cine primitivo, como la frontalidad con la que la cámara recoge las imágenes o la fijeza en el plano de captación –sin importar que, en determinadas ocasiones, los personajes aparezcan cortados por el cuadro-; la innovación se presenta con el empleo del fuera de campo. Con su uso, se aporta un mayor dinamismo en la presentación del desarrollo de las acciones que configuran la narrativa de la obra, ya que esta técnica le permite al director combinar planos de los distintos espacios, gracias al uso de una serie de puertas comunicantes que permiten el cambio de un plano al otro de forma totalmente sutil y sin que el empleo de este montaje –que aún se encontraba en un momento de incipiente uso- llegue a distorsionar la visión del espectador.
La composición de los planos –a pesar de ese estatismo heredado del cine primitivo- adquiere una nueva percepción con el empleo de la profundidad de campo. En aquellos planos en los que dentro de un sólo cuadro aparecen varias personas, el director recurre a la presentación del protagonista o los protagonistas en primer término para que, de esta manera, el espectador pueda seguir fácilmente el desarrollo de sus acciones y sepa en todo momento a quién se le otorga el carácter protagónico. Se huye así del empleo del protagonista-colectivo de obras como Sortie de l´Office de los Lumière, ya que esta nueva concepción en la forma de presentación no quedará relegada a esta obra, sino que seguirá estando presente en las distintas obras griffithianas. Así como, sus primeras experimentaciones en lo referente a las combinaciones de planos de distintos tamaños.
El personaje ya no necesita ser mostrado a partir de un plano conjunto, se pueden emplear planos medios o, por lo menos, planos más cercanos, sin que el espectador llegue a pensar que ese personaje carece físicamente del resto de su cuerpo. Lo necesario era dar el paso a la innovación y posicionarse de la forma más sencilla para que el espectador no huyera de las nuevas representaciones.

Otra característica destacable en las obras de Griffith es el empleo de una escalera –presente en numerosas ocasiones– para poder relacionar distintos espacios de forma vertical, es decir, a través de la subida y bajada de los personajes por estas escaleras el espectador es capaz de entender la relación espacial entre espacios comunicantes situados a distintos niveles de altura. De esta manera, si el personaje subía las escaleras, los espectadores de la época comprendían perfectamente que el espacio que se representaba tras el plano en el que se mostraba la subida, estaría en una posición superior; mientras que si el personaje bajaba, el espacio a mostrar a continuación en el montaje representaba el de un espacio inferior.

Del mismo modo, el empleo de las puertas para desplazarse de un espacio a otro dentro de una misma horizontalidad, permitía que estos espectadores –poco acostumbrados al movimiento de los personajes hacia el exterior del cuadro– entendieran fácilmente que los personajes se estaban desplazaban de un espacio contiguo al otro sin que fuera necesaria la mostración el movimiento en toda su extensión. Simplemente mostrando a un personaje dirigiéndose a una puerta, para luego –a través del montaje por corte– presentar a ese mismo personaje en otra localización, a la que accede por el lado contrario al usado en la salida del cuadro anterior, hace que el espectador entienda que los planos son consecutivos en el espacio y en el tiempo.
Pero, Griffith iría aún más allá en el empleo del montaje con la presentación del uso del montaje paralelo, en el que dos imágenes de acciones desarrolladas en distintos espacios, pero en momentos simultáneos, se presentan de forma consecutiva sin permitir que el espectador perciba un salto en la continuidad narrativa. Para ello es necesario habituar la mirada de los espectadores a este tipo de representaciones, empleando para ello una narración muy simple y un montaje que se basa en la asociación por corte entre unas imágenes y otras relacionadas por pares –siendo el plano A1 simultáneo al plano B1, pero consecutivo en el plano A2, del mismo modo que el plano B1 es consecutivo en el B2; y así sucesivamente-.
El empleo continuado de estos elemento se observa tanto en esta primera obra mencionada, The Musketers Of Pig Alley (1912), como en The Burglar´s Dilemma (1912), TheSunbeam (1911), The Painted Lady (1912) o One Is Business the Other Crime (1913), por lo que todos estos aspectos pasaron a ser característicos de las obras griffithianas y fundamentales para el desarrollo cinematográfico de la época. 

*Andrea Carleos, Abril 2011