jueves, 31 de enero de 2013

La Gata más Cinematográfica


La Gata Sobre el Tejado de Zinc

≪ Los ojos azul transparente de Paul Newman, y la perturbadora presencia escultural y felina de Elisabeth Taylor (…), compusieron una pareja protagónica de asombrosa fuerza interpretativa. (…) No abundan las estrellas que lucen tanto en sus papeles como el dúo Newman-Taylor (quienes) hicieron resplandecer a los imperecederos Brick y Maggie en el día más asfixiante de sus vidas ≫
@Vivoleyendo (Filmaffinity)

Un solo día basta para establecer un antes y un después en la historia. Podemos hablar de historias generales, universales, mundialmente conocidas por todos en la que cualquiera podría determinar y nombrar ese día sin lugar a dudas. “La Gata Sobre el Tejado de Zinc” relata uno de esos días. Un día en el que todo cambió.




El terrateniente Big Daddy celebra su cumpleaños rodeado de su intento de familia perfecta, mientras Mississippi se abrasa al situarse, si querer, en el ojo del huracán; un huracán cargado de infelicidad, hipocresía y engaños que está a punto de arrasar con todo. Nunca es bueno sacar temas de herencias durante las comidas, pero cuando los interesados en ellas desconocen buena parte de los trapos sucios que se ocultan tras el telón de fondo, el drama se convierte en tragedia. 


La acción se desarrolla en ese único día, reunión de una familia sureña con motivo de la celebración del cumpleaños de su patriarca (Burl Ives), quién sufre, sin saberlo, un cáncer terminal. Su hijo predilecto (Paul Newman), aprisionado por culpa de una atosigante escayola, trata de ahogar en el alcohol sus frustraciones ocultas, ante la desesperada mirada se su hermosa esposa (Elisabeth Taylor) y la apatía de su madre (Judith Anderson). El olor a tragedia atrae a los carroñeros y ambiciosos de la familia, el primogénito –descarriado- (Jack Carson) y su petulante mujer (Madeleine Sherwood). Secretos a voces. Tal como mencionaba Vargas Llosa en su momento: “Pocos dramaturgos modernos han sido capaces de proyectar en un escenario, con tanta eficacia, la violencia de la vida moderna y las tremendas fracturas de la sociedad norteamericana encarnadas en historias y personajes de absorbente consistencia (...). Tragedias como las que deshacen las vidas de Margaret, Brick, Skipper y Big Daddy seguirán siendo la historia secreta de este país, el talón de Aquiles de su prosperidad y de su fuerza


El relato retrata con extrema precisión el clima mórbido e insalubre del Sur de los Estados Unidos, recreado elegantemente por Tennessee Williams en sus obras de teatro. Adaptación realizada por Richard Brooks de la obra “Cat on a Hot Tin Roof”. Producida por Lawrence Weingarden para la Metro Goldwyn Mayer, se rodó –tal y como solía ser habitual en la época– íntegramente en los estudios de la misma, con un presupuesto aproximado de tres millones de dólares.

La obra llegó al cine con la fama ya consagrada entre el público. Tennessee Williams había sido premiado con el Pulitzer de teatro de 1955, tras haberlo conseguido previamente con “Un Tranvía Llamado Deseo”, otro gran éxito.

La Gata Sobre el Tejado de Zinc” se estrenó en Broadway bajo la dirección de Elia Kazan, con Barbara Bel Geddes y Ben Gazzara en los papeles protagónicos y destacando la participación de Burl Ives como el patriarca, quién repetiría en la versión cinematográfica. Una obra que se alzó con los premios más importantes del año, sin embargo, Williams, un dramaturgo ciertamente necesitado de la opresión en el ambiente escénico y las mentalidades atormentadas, no quedó totalmente satisfecho con los resultados narrativos debido la censura obligada.

A lo largo de la historia se destapan temas y complejos de distintas índoles sociales, actuando sobre el espectador a modo de sesión terapéutica. Tennessee se erige como un desfragmentador de agonías, protagonista oculto de este argumento psicológico conducido por personajes aprisionados en el fracaso existencial.


Un Williams alcohólico, adicto a los calmantes y a las drogas,  posiblemente se inspiró en sus propias experiencias para retratar a Brick. Dicen que la mejor escritura emerge de aquello que mejor conocemos y quizá sea así, pero lo complicado de estas experiencias inspiratorias es lograr llegar a encontrar en ellas la luz de la verdad; pues cuando la verdad se asoma, por lo general llega acompañada de lágrimas y desilusión. Así era el caso. Un pasado cargado de decepciones afectivas en el ámbito familiar, un padre agresivo o el dolor de ver como aquellos a los que quieres se marchitan… Hay familias que viven en un estado de constante infelicidad –en ocasiones incluso autoocasionada–, unidos tan sólo por las farsas que ellos mismos han construido. 


Maggie, la frustrada esposa de Brick, es la gata. Una gata colérica que trata con todas sus fuerzas de huir de aquello que derriba sus previsiones de futuro y que ya ha dejado convertido en cenizas su pasado. Su presente se para, en ese preciso y tórrido día de verano. Las máscaras se sacan, las verdades se lanzan como puñales hirientes. Nada es capaz de alejarla de la certeza de su desamor, pero su fuerza no decaerá. Su mundo podrá venirse abajo, pero esta sensual felina no está dispuesta a que su felicidad se caiga con él.

De esta forma se logra reunir antes las cámaras a una actriz consagrada -musa del momento- y transmisora de fuerza y valentía, un protagonista novel que esconde tras sus tristes ojos azules la fragilidad de aquellos que no son capaces de enfrontarse a su mundo, y a un actor veterano que reinterpreta con dureza y maestría el papel que ya había creado sobre las tablas. Newman y Taylor consiguen sendas nominaciones a los Oscar.

La acción ajustada a una puesta en escena reducida –en tanto a espacios– pero brillante y sólida –desde el punto de vista técnico-artístico– se desarrolla en tres únicas ubicaciones interiores: el salón (espacio de reuniones familiares), el almacén (ambiente propicio para las confesiones secretas) y el dormitorio (escondite del desamor reinante). En el exterior, la lluvia y el viento luchan en el jardín avivados por la marcha de truenos. Una atmósfera densa adaptada –sin ocultamientos– del teatro al cine, pero en esta ocasión encauzada por elegantes movimientos de cámara y una espléndida fotografía. En los diálogos y las miradas todo el peso de la acción.




Los segundos pasan, la tensión aumenta, se manifiesta el clímax y con el último aliento se llega al despertar final. Un final seguido de puntos suspensivos. Nunca es tarde…

Andrea Carleos, Enero 2013