DESAYUNO CON DIAMANTES
«Se
abre la puerta del taxi. Se apea una chica y se acerca a mirar el escaparate de
Tiffany. (…) Esta escena (…), dejaría huella en
la historia del cine. Acabábamos de tener el primer atisbo de Holly
Golightly»[1]
FICHA TÉCNICA
Desayuno
Con Diamantes
Producción: Jurow-Shepherd Production para
Paramount Pictures. Productores:
Martin Jurow, Richard Shepherd. Dirigida por:
Blake Edwards. Ayudante de dirección: William McGarry. Guión:
George Axelrod, basado en la novela “Breakfast
At Tiffany´s” de Truman Capote. Montaje: Howard Smith. Dirección de Fotografía: Franz F. Planer (No acreditado: Philip H. Lathrop). Asistente de Technicolor: Richard Mueller. Música
original: Henry Mancini. Dirección Artística: Roland Anderson, Hal Pereira. Decorados: Sam Comer, Ray Moyer. Departamento de maquillaje: Nellie Manley (peluquería), Wally Westmore (maquillaje). Departamento de Arte: Gene Lauritzen (coordinador de
construcción, sin acreditar), Robert McGinnis (poster
artista, sin acreditar). Departamento de sonido: Hugo Grenzbach, John Wilkinson, Richard Gramaglia. Efectos
Visuales: Farciot Edouart, John P. Fulton. Cámara y Departamento Eléctrico: Alan Stetson. Departamento de Música: Bob Bain (sin acreditar), Richard Nash (sin acreditar), Jack Sheldon (sin acreditar). Departamento de vestuario: Hubert
de Givenchy
(principal wardrobe Audrey Hepburn), Pauline
Trigere
(principal wardrobe Patricia Neal), Edith
Head. Casting: Marvin Paige (sin acreditar). Dobles: Jesse Wayne (doble de
Mickey Rooney, sin acreditar). Duración: 115 minutos. Idioma:
Inglés, portugués. Sonido: Mono. Estreno: 5 octubre 1961 (New York City, New York).
Intérpretes:
Audrey Hepburn (Holly Golightly), George Peppard (Paul Varjack), Patricia Neal
(Edith Falerson), Mickey Rooney (Mr. Yunioshi), Buddy Ebsen (Doc. Golightly), Martin Blasam
(O.J. Balsam), José Luis de Vilallonga (José da Silva Pereira). Cat y doce
mininos más (“Cat”).
SINOPSIS
Holly
cruza la calle para acceder a “su hogar”, cuando se percata que en el interior
de un coche estacionado, un hombre medio adormilado la espera. Corre intentando
evitarlo, mas Sid Arbuck no está dispuesto a dejarla escapar sin que la joven
le ofrezca una disculpa por su actitud en la pasada noche; cuando lo abandonó
sin previo aviso, luego de que él le entregara cincuenta dólares para el
tocador de señoras. Holly lo elude, timbrando insistentemente en el apartamento
del señor Yunioshi. Jamás ha logrado regresar a casa con una copia de sus
llaves, por lo que Yunioshi se había convertido en su portero particular; algo,
que por las formas en las que la recibe no parece ser de su completo agrado.
Por fin, consigue colarse en casa, dejando a Arbuck a merced de Yunioshi, quién
pone el punto final cuando amenaza con llamar a la policía. Sin embargo, Holly
lo tranquiliza prometiéndole que algún día le permitirá realizarle las fotos
que tanto desea.
Un
segundo taxi aparece en escena, dejando a Paul Varjak en la entrada de
apartamento. En este caso es Holly la que se despierta, ante el timbre que Paul
ha accionado. Paul asciende hasta el piso de Holly, para solicitarle que le
permita usar su teléfono pero la situación se vuelve un poco extraña. Holly
lleva casi un año como inquilina, aunque parece que ella también se acabe de
mudar. La explicación es sencilla: Holly jamás se atará a un lugar al que no se
sienta unida y, en esta ciudad, sólo Tiffany´s es un buen lugar para
resguardarse de los “días rojos”.
De
repente, Holly recuerda que es jueves y que tiene que ir al penal a descubrir
el parte meteorológico de Sally Tomato, preso por evadir impuestos ante la
incapacidad de demostrar su relación con la mafia y uno de sus muchos
“benefactores”. Se prepara a toda prisa y baja en compañía de Paul a coger un
taxi, sin embargo, cuando éste se para, Edith Falenson se apea del mismo disculpándose
afectuosamente con Paul y provocando que
ante Holly sea presentada como la decoradora, aunque sus acciones demuestren
todo lo contrario.
Al
día siguiente, Paul, afectado por los comentarios de su vecina, sale a comprar
una cinta para la máquina de escribir. Al regresar, descubre que su amante no
va a poder visitarlo, por lo que decide pasarse por la fiesta que Holly está
dando en su casa. Allí, O.J. Bernan se presenta como el descubridor de Holly y
el encargado de introducirla en el mundo del cine. La fiesta avanza y los
invitados se van amontonando. Mag Wilwood aparece guardaspaldeada por Rusty
Trawler, un heredero multimillonario poco agraciado, y por José da Silva
Pereira, un reservado diplomático brasileño; llamando la atención de Holly. El
bullicio llega a tales extremos, que la policía se acaba personando, luego de
que Holly y Rusty, por un lado, y Paul y José, por otro, hayan logrado
escabullirse.
En el
reencuentro de la pareja, Holly habla de volver a Texas, pero luego le explica
a Paul que su matrimonio fue anulado hace años y que el único que va a regresar
a la granja de Tulip será Doc. Con lágrimas en los ojos, Holly ve como se aleja
su pasado. Unas horas más tarde, Holly, totalmente ebria, es acarreada por Paul
desde un club de striptease. Ya en su apartamento, se enzarzan en una agria
discusión echándose en cara sus respectivos medios de vida.
Tiempo
después, Paul recibe su primer pago como escritor y corre a contárselo a Holly
intentando hacer las paces con ella. En su apartamento comentan la noticia del
día, Rusty Trawler, con quién Holly pretendía casarse por millonario, acaba de
casarse por cuarta vez con una ricachona debido a que está arruinado. Intentando superar lo sucedido, acuerdan
pasar el día haciendo cosas que nunca se habían animado a hacer. Paul toma
champán antes del desayuno, Holly pasea por la mañana y ambos entran en Tiffany
a comprar algo que cueste diez dólares, pero como no encuentran nada lo “suficientemente
romántico”, Paul le solicita al dependiente que le grabe una inscripción en un
anillo que le había tocado a Holly en una bolsa de golosinas. Luego, buscan la
recopilación de cuentos de Paul en la biblioteca pública para que, por petición
de Holly, él los autografíe; y finalmente, robar unas máscaras con las que van
disfrazados hasta el apartamento. En él, por fin deciden sacarse las caretas y
mostrarse realmente el uno al otro.
A la
mañana siguiente, Paul se despierta en su apartamento. Baja en busca de Holly,
cuando ve pasar a Falenson. Sube corriendo por las escaleras de incendios y
recibe a su amante con la máscara de perro puesta. Falenson, al ver la otra
careta colgando de una estatua, entiende perfectamente lo que Paul le quiere
decir, por lo que le recomienda que se tome unos días de descanso con su nueva
conquista y le extiende un cheque para que los disfrute. Al ser tratado como un
“profesional”, Paul se marcha definitivamente del apartamento.
Brilla
el sol cuando Paul recoge el anillo en Tiffany. Holly aparece en la biblioteca
enfrascada en unos libros sobre Sudamérica. Entusiasmado, Paul le declara su
amor, pero ella lo rechaza diciéndole que se va a casar con José da Silva. Huyendo
nuevamente, Holly entra en el tocador de señoras, pero Paul la sigue para entregarle
sus “honorarios”.
Luego
de un día de fiesta, Holly recibe, en presencia de José, la fatal noticia del
fallecimiento de su hermano.
Unos
días después, a punto de partir para Brasil, Holly invita a Paul a una cena de
despedida. La noche se cierra con el encarcelamiento de ambos por su relación
con Sally Tomato. Paul se pone en contacto con O.J. con la esperanza de que
pueda sacar a Holly del calabozo. Luego, es él mismo quién se encarga de
regresarla a casa, ya que, aunque ella pretendía partir hacia Brasil, él le
explica que José ha suspendido el matrimonio. Holly se arma de fuerza y decide
continuar con sus planes de busca de un millonario, por lo que abandona a Gato
en un callejón y le ordena al taxista que la lleve al aeropuerto. En ese momento, Paul baja del vehículo y le
recrimina su actitud, saliendo en busca de Gato tras lanzarle en anillo de
Tiffany´s. Después de muchas dudas provocadas por el miedo, Holly se coloca el
anillo y sale tras ellos. En el callejón, bajo la lluvia, los tres se
reencuentran. Holly abraza a Gato y besa a su amado sellando su amor para
siempre.
UNA COMEDIA SOFISTICADA
El
maestro Blake Edwards siempre ha sido conocido, entre los círculos
cinematográficos, como uno de los célebres continuadores de las claves que el
genio Ernerst Lubitch había introducido en la comedia del séptimo arte. Y
precisamente, Desayuno con Diamantes
se encuentra considerada como una de las obras más representativas de esta
línea.
Dentro
del género de la comedia, existen dos aspectos, que podemos entender por
separado: lo cómico, predominante en la comedia del gesto, y la verdadera
comedia - también llamada comedia dramática- basada en lo que les sucede a los
personajes, ya que de la propia intriga nacerá la comicidad de sus caracteres
en tanto a sus reacciones.
Estableciendo
relaciones de este género con otras manifestaciones artísticas, nos encontramos
con una vinculación infinita, puesto que nos situamos ante una representación
intrínsecamente relacionada con la vida misma y con todas las facetas que en
ella puedan existir. Pero, simplificando mucho las cosas, es inevitable no
pensar en el mundo teatral como nido de crianza. No sólo porque muchos actores
y directores hayan comenzado sus carreras en esta arte, sino, debido a la
existencia de un gran número de subgéneros teatrales en los que la comicidad ha
conseguido llegar a la cima de su plasmación.
Con
respecto a esta determinación, en Desayuno
con Diamantes, se puede observar una fina línea de unión entre la comedia
más sofisticada del bando cinematográfico y la sátira burlesque del bando teatral; dado
que los personajes están construidos a modo de parodia, en representación de
una sociedad atrapada por la efervescencia del “derrochadorismo” consumista
americano, propio de la época.
Determinar
exactamente los elementos constituyentes de la comicidad nos puede llevar hacia
algún que otro descuido, mas, entendiendo el género como una totalidad,
consideramos que es importante tener presente la relación que se produce entre
los personajes y su entorno contextual –ya sea físico o socio-cultural–. Por
ello, el “gag” cómico sólo existe cuando se encuentra contextualizado en un
punto concreto de la obra. Por ello, Holly no conseguiría arrancarle una
sonrisa al espectador si sus actos no estuvieran dentro de “Desayuno con Diamantes” dado que, tratar
de entender a una mujer de sus características fuera del mundo que la rodea podría
dar lugar a otra obra de mayor o menor lucidez, pero jamás llegaría a entenderse
su actitud como sí se hace en la película de Edwards.
Siguiendo
la evolución desarrollada por este género en la demarcación de los Estados
Unidos y teniendo en cuenta lo obra que nos concierne, cabe destaca la
aparición a mediados de los años cincuenta de un nuevo subgénero denominado
«comedia sofisticada», en la que se recurría a los ambientes propios de la alta
burguesía presentándolos desde unas fórmulas más descriptivas que críticas.
Es
evidente el gran conocimiento del realizador estadounidense acerca de las estructuras
narrativas cinematográficas, consiguiendo llevarnos por la historia de una
forma lógica y sin forzamientos, y demostrando ser capaz de hacer un uso exquisito
de cada una de las escenas empleadas, no sólo para plasmar la acción, sino también
para conseguir que cada una de ellas refuerce lo ya mostrado anteriormente. De
esta forma, la fragmentación secuencial en Desayuno
con Diamantes no existe visualmente, ya que cada escena está en el lugar
adecuado, en el momento acertado.
Estas
son las máximas que siempre han imperado en la filmografía Edwardsiana, por
ello el autor ha sido reconocido como uno de los grandes creadores cómicos.
BLAKE EDWARDS,
REY DE LAS COMEDIAS
Por
sus antecedentes familiares, William Blake
McEdwards (Tulsa, Oklahoma, 26 de julio de 1922 – Brentwood, California, 15 de diciembre de 2010) estaba destinado a llegar muy lejos en el negocio
del espectáculo cinematográfico.
Desde
siempre, con lo que más disfrutaba era escribiendo, aunque sus inicios en el
mundo del guión se produjeran casi de forma azarosa. El maestro comentó en una
ocasión que una de sus novias de juventud le mostró un guión radiofónico que
había escrito y cuando se dio cuenta se lo había rehecho por completo. El jefe
de la muchacha quedó tan impresionado con su trabajo que pasó a convertirse en
su agente, consiguiéndole trabajos regulares en la radio. Así, Edwards fue
ascendiendo escalones, pasando del medio radiofónico al televisivo y de ahí,
hasta alcanzar su meta, el cine.
Aún así lo
suyo fue una verdadera carrera de fondo. Antes de escribir guiones para cine,
su acercamiento a la industria se realizó de la forma que resultaba más
sencilla: convirtiéndose en extra. En 1942, el joven Edwards debutó como actor en Diez héroes de West Point[3], con un pequeño
papel secundario ni siquiera mencionado en los créditos; pero cuando, años más
tarde, fue coguionista y coproductor del western El Imperio del Crimen[4],
mostró buenas razones para dejar claro que su verdadero talento estaba tras las
cámaras.
Su primera vez
como director fue en Venga tu sonrisa[5], con la que se inicia un largo y exitoso tándem con Richard Quine. Ambos
empezaron a colaborar cuando aún eran unos novatos que aspiraban
a algo más, pero su gran química daría lugar a ocho películas entre 1952 y 1962; seis de las cuales serían
dirigidas por Quine y las otras dos por Edwards.
A finales de
la década de los cincuenta, era el hombre del momento, un director que podía
jactarse de sus éxitos simultáneos en la radio, la televisión y el cine; y aunque,
ha sido etiquetado en la historia del cine como un director de comedias, lo cierto
es que Edwards ha ido saltando de un género a otro, paseándose por todos ellos
y logrando que varias de sus obras se hayan convertido en auténticos clásicos
hollywoodienses.
Para la
pequeña pantalla, Blake creó las laureadas series Peter Gunn (1958-1960), Mr.
Lucky (1959-1960) y Dante. En la
pantalla grande, su nombre empezaba a sonar con comedias como El temible Mister Cory[6]
y Operación Pacífico[7].
Por ello, no es de extrañar que pareciera ser el hombre adecuado para Desayuno con Diamantes, un director
cuyas comedias podían bordear una sátira social más seria y que fuera capaz de
seguir el ritmo de los tiempos cambiantes.
Como realizador
siempre se ha comentado que, dada su experiencia previa como actor, daba un
gran margen de acción a los actores, esperando a ubicar las cámaras luego de
los ensayos en el set de rodaje.
Con La carrera del siglo[11]
se iniciaron las disputas con los Estudios pero, gracias a las secuelas de La Pantera Rosa, Edwards siguió
dirigiendo otras películas de gran interés cinematográfico aunque,
comercialmente hablando, no fueran tan exitosas. El Guateque[12],
interpretada por Peter Sellers –la estrella de la Pantera Rosa– dio lugar a una
hilarante parodia de una fiesta hollywoodiense. En 1969 llegó Darling Lili[13],
interpretada por Julie Andrews, quién ese mismo año contrajo matrimonio con el
director, convirtiéndose en una de las parejas más entrañables de Hollywood.
Su esposa
fue también la protagonista (y Mancini el compositor) de ¿Víctor o Victoria?[14],
la admirada comedia de Edwards sobre la identidad sexual humana. Pero, pese a
la buena taquilla de Diez: La mujer
perfecta[15],
y la continuada popularidad de la saga de La
Pantera Rosa, su carrera ya no volverá a lograr las cotas habituales de los
años sesenta. Aún así, Blake Edwards continuó desempeñado un activo papel en la
industria –incluso acompañado por alguno de sus hijos– hasta el día de su
fallecimiento… Aunque los grandes genios nunca mueren.
AUDREY
HEPBURN,
UN DIAMANTE EN BRUTO
Nadie
consideraba que Audrey Hepburn se atrevería con un papel de las características
de Holly Golightly; de hecho, en un tiempo anterior había rechazado trabajar
con el maestro del suspense en The
Hanging Judge, porque la protagonista sufría una violación. «“La Paramount no creyó que ella lo
interpretase. Era una dama tan dulce, tan convencional” (…) “No creo que [dice
Shepherd] la mayor parte del público de aquellos tiempo realmente considerase a
Audrey Hepburn una prostituta”»[17].
Pero sobre todo, Truman Capote, el creador del personaje, no veía ninguna
posibilidad de que una mujer como Audrey Hepburn pudiera dar lugar a un papel
de esas dimensiones y así lo manifestaba:
«Marilyn habría estado absolutamente
maravillosa en el papel” (…) “Ella quería hacerlo, hasta el punto de que
trabajó dos escenas completas y las interpretó para mí. (…) La Paramount me
traicionó de todas las maneras concebibles y eligieron a Audrey. El texto de la
novela era bastante amargo y Holly Golightly era real, un personaje duro que no
tenía nada que ver con las características de Audrey Hepburn (…) Audrey (…) no
era adecuada para ese papel»[18].
«Cuando llegó, Audrey lo acogió con
afecto. “Oh Martin, tienes un guión maravilloso, pero no puedo interpretar a
una verdadera prostituta”. (…) [Jurow] se puso en pie (…) y dijo que si Audrey
no veía la diferencia entre una furcia y una “soñadora de sueños, una romántica
desmesurada”, no querían que participase en la película. Y ella, con lágrimas
en el rostro, le dijo: “(…) Todo se arreglará” Y vaya si se arregló.»[20].
Sin
duda, Audrey Hepburn era la actriz que podía hacer lo que fuera necesario.
Como, en una ocasión había comentado Billy Wilder –quién la había dirigido en Sabrina[21]
y Ariane[22]–,
«absorbía al público. Podría decir algo
arriesgado, pero su forma de hacerlo tenía una suerte de elegancia que, bajo
ningún concepto, podría escapársete»[23].
Con
todo, Audrey se aseguró de no tener que cruzar jamás una línea perfectamente
definida. Hasta el momento, en ninguno de sus papeles se había visto una escena
que tuviera alguna semejanza con una escena sexual. Ella podría recrear un
enamoramiento, mas nunca se mostraba lasciva. Pero en 1960, con el nacimiento
de una nueva década, su biógrafo Alexander Walker, aseguró que Audrey Hepburn
necesitaba una película que «acelerase su
transición a papeles con un nuevo enfoque de la moral “sexual”»[24].
Si la película la necesitaba a ella, Audrey también necesitaba a la película.
Finalmente,
fue Blake Edwards el que logró convencerla, ya que ella no se sentía lo
suficientemente preparada para abordar el papel. El 16 de junio de 1961, el New
York Times publicaba: «Me daba un miedo
terrible no ser adecuada para el papel. Creía que carecía del adecuado sentido
de la comedia. (…) pero todo el mundo me presionó para que lo hiciera. Así que
lo hice. Y sufrí de principio a fin».
Tiempo
después, sin embargo, con la perspectiva que sólo nos puede ofrecer el tiempo, Audrey
Hepburn reconoció que interpretar a Holly Golightly había sido una experiencia
completamente revolucionaria para ella. Después de todo el trabajo realizado,
ya no se sentía más una actriz amateur porque ella también podía ofrecer cosas
innovadoras al cine, en gratitud a la experiencia que él le había aportado.
El
reto había sido afrontado y el resultado era espectacular. Su interpretación de Holly Golightly en Desayuno con diamantes la convirtió en un icono del cine americano, pero
Audrey definía su papel como «el más jazz de mi carrera», afirmando que
había sido el trabajo más difícil de su vida, ya que ella era más bien
introvertida y “Holly” es totalmente lo contrario. Su magnífica interpretación
recibiría otra nominación a los Óscar, pero finalmente el galardón fue a parar
a manos de Sophia Loren.
GEORGE
PEPPARD
UN DESCONOCIDO DONJUÁN
George
Peppard se convirtió en el salvador de la adorable Holly. Un personaje cuya
brújula emocional señala el camino correcto a seguir. Sin embargo, dentro del
equipo, las brújulas no siempre estaban predestinadas a elegir a Peppard como
el mejor camino.
Mientras
que la idoneidad de Audrey Hepburn era, para los creadores cinematográficos,
indiscutible, sobre Peppard había diversidad de opiniones. En un principio,
Edwards quería que el papel de Paul Varjack lo interpretara Steve McQueen no
teniendo a Peppard entre sus favoritos. Aún tiempo después, cuando le
preguntaban si lo volvería a coger, él afirmaba que no, ya que éste no poseía
las características que él buscaba. Sin embargo, para el director de casting,
Peppard representaba fielmente al
personaje «oscuro, duro, sensible y guapo» que se describía en el guión de Desayuno con Diamantes.
La prometedora carrera de George
Peppard a partir de su aparición en esta película fue decayendo hasta resurgir
años más tarde con la serie de televisión Banacek (1972-1974) y luego, en la
década de los ochenta, con el papel de Hannibal en la mítica ficción televisiva
El Equipo A (The A Team, 1982-1987). En sus últimos años, un fuerte desgaste
causado por altos excesos lo llevaron a una mortal neumonía en 1994.
QUIET… ACTION!
En el
negocio cinematográfico, es poco habitual que el primer minuto del primer día
de rodaje se convierta en el inicio de la primera escena de la película, pero
eso lo que realmente sucedió en Desayuno
con Diamantes. El guión exigía la perfecta soledad de la madrugada, y
aunque la soledad es algo prácticamente insólito en Nueva York, a las cinco de
la mañana de un domingo, mientras el taxi que transportaba a Holly Golightly se
aproximaba por la Quinta Avenida, se dio un breve momento en el que, según
recuerda Blake Edwards, «Fue como si Dios hubiera dicho: “Ahora voy a darte una
oportunidad especial, pero el resto de tu carrera tendrás que vivir de ella»[29].
La
transformación de Tiffany en un escenario de rodaje se inició el sábado a las
cinco y media de la tarde, luego del cierre de la tienda. Un equipo de diez
obreros trabajó durante horas construyendo la plataforma para las cámaras,
instalando los focos y cubriendo los pasillos de madera con rollos de papel de
embalar para evitar su desgaste.
El
rodaje de Desayuno con Diamantes en
las calles neoyorquinas era un gran acontecimiento que ningún medio
periodístico se quería perder. Eugene Archer, del New York Times, describió el
nerviosismo de Audrey Hepburn «reflejado
en una serie de cigarrillos apagados a medio fumar», un nerviosismo del que
también se contagiaron las cámaras, que la filmaban desde el interior del
escaparate.
A
medida que avanzaba la mañana, resultó imposible recrear el momento de vacío
dado que, durante las horas siguientes en las que el equipo rodaba la escena en
la que Holly y Paul visitan juntos Tiffany, se había aglomerado una muchedumbre
de más de doce mil curiosos custodiados por un centenar de agentes. Audrey
terminó reconociendo que, acostumbrada a
la tranquilidad de Suiza, el ruido de Manhattan le resultaba difícil de
soportar, pero por otro lado sabía que, la energía y vitalidad de Nueva York
eran esenciales en el desarrollo de la trama. Truman Capote definía a Nueva
York como la ciudad más estimulante del mundo. Y quizá nunca lo fue más que en
aquel preciso momento.
LA APORTACIÓN DE GIVENCHY
Las
grandes gafas de sol nos privan casi por completo de la visión de su rostro,
por lo que quizás, esa sea su función, evitar que ciertas experiencias de su
vida permanezcan en la más profunda oscuridad. Aunque la joven se la ve
arreglada para una salida nocturna, su realidad se encuentra atrapada en la
madrugada, paseando en soledad y con aire de mujer independiente.
Cuando
Audrey Hepburn hizo Desayuno con
Diamantes tenía treinta y un años –no dieciocho como la extravagante Holly–
y ya estaba considerada internacionalmente como un verdadero icono de la moda.
Pero es el aura de esta película, un aura que crearon conjuntamente ella y
Hubert de Givenchy, la que le proporcionó lo que hoy en día consideramos el
“estilo Audrey”.
Las
gafas de sol exageradas, el pañuelo al cuello y esos collares de perlas falsas
transmitían claramente el anhelo de Holly de tener una vida mejor. Las prendas
que usa en la película, son también sus prendas. Por ello, cuando Holly sale al
alfeizar de la ventana a cantar Moon River, su vestimenta es exactamente
idéntica a la que Audrey hubiera elegido para un momento de su vida privada
dónde disfrutaba de la comodidad de unos jeans y un polo de cuello alto. Pero,
las prendas que utilizaba Hepburn en su vida pública, acostumbraban a ser obras
de su gran amigo y colaborador Hubert. «La
suya es la única ropa en la que me siento yo misma» aseguraba Audrey, a lo
que Givenchy le respondió con un cariñoso «mi
magia es la suya».
Los
modelos de Givenchy le darían a Holly/Audrey esa elegancia cosmopolita que tan
bien define a ambas, «esa chispa de
disfrute que brilla sin apagarse nunca. Chispeante Audrey, mágica Audrey,
sublime Audrey, fascinante Audrey. Me detengo aquí porque me faltan las
palabras. Solo una más. Eterna Audrey»[31].
MANCINI, MOON RIVER
La
novela de Truman Capote estaba ambientada en los años cuarenta, su Holly
conoció el mundo de Kurt Weill, Cole Porter y sobre todo las canciones de En el
viejo Oklahoma, que en «aquel verano eran
nuevas y se oían en todas partes», pero la Holly de Edwards & Cía.
vivía en un mundo quince años más tardío, por lo que ninguna de estas
composiciones servirían para la película.
Para
Mancini conocer a Audrey fue fundamental para desarrollar el tema, que ella más
tarde interpretaría. «Supe lo que tenía
que escribir la primera vez que la vi. Supe exactamente la naturaleza que
adquiriría la canción cuando Audrey la cantara (…) Más tarde explicó: “los
grandes ojos de Audrey me dieron un empujón para que fuera un poco más
sentimental de lo que suelo ser. (…) Escribí Moon River para ella. Nadie más ha
comprendido tan completamente la canción»[33].
La
letra la escribió Johnny Mercer, gracias a la complicidad con Mancini, con
Audrey y con sus recuerdos de juventud en Georgia donde un remanso de un río
había sido bautizado como Moon River.
Shepherd
recuerda que se discutió mucho sobre si la voz de Audrey debía escucharse o no
en la versión final. Se mencionaron nombre como los de Marnie Nixon –quien
posteriormente la doblaría en My Fair
Lady[34]–,
sin embargo Edwards pidió que fuera Audrey quién cantara, ya que, aunque estaba
de acuerdo que no era una voz que te incitara a correr a la tienda de discos a
hacerte con la copia, era una voz que resultaba perfecta para la dramatización.
Si bien es cierto que en el preestreno de Desayuno
con Diamantes con los productores de la obra, estos pusieron más de una
traba para que se lanzara la película con la voz de Audrey como cantante y con
un excesivo protagonismo de Mancini como compositor.
Más
allá de lo que ellos pudieran pensar, Moon River fue un verdadero éxito,
adquiriendo vida más allá de la película. La noche de los Oscar, la canción
conmovió a todo el mundo que seguía la entrega de premios. Y, al día siguiente
de su entrega a las tiendas, el disco había superado las 400.000 copias
vendidas.
Pasado
un tiempo, Audrey le envió una carta de agradecimiento a Mancini en la que
decía: «Una película sin música es como
un avión sin combustible. Por maravilloso que sea el trabajo que hayamos hecho,
seguimos en el suelo y en el mundo de la realidad. Tu música nos ha elevado y
nos ha encumbrado a todos. Tú has expresado por nosotros todo lo que no podemos
decir con palabras o mostrar mediante la acción. Lo has hecho de una manera
hermosa, imaginativa y divertida. ¡Eres el mejor de los colegas y el compositor
más sensible! Gracias, querido Hank. Con Muchísimo amor, Audrey»[35].
Desayuno
con Diamantes fue realmente la película que estuvo a punto de no producirse.
Capote no quería a Hepburn, Edwards no quería a Peppard, y el propio director
era el segundo nombre propuesto para la realización del film. Axelrod y Edwards
tuvieron múltiples desavenencias en los platós y en la transición de la novela
a la película, donde hubo que suavizar las tensiones sexuales del guión. Por
fortuna con los papeles secundarios todo fue más sencillo. Sin embargo, luego
de discusiones, enfados y más que una riña, Desayuno
con Diamantes terminó subiendo como la espuma de un buen champán francés,
un manjar que aún en nuestros días se sigue disfrutando.
Truman
Capote tenía treinta y cinco años cuando se publicó Desayuno en Tiffany y ya
era un escritor famoso. Nacido en Nueva Orleans en 1934 como Truman Streckfus
Persons, adoptó el apellido de su padrastro luego de que su padre lo
abandonara. Esta decisión dice mucho de la marca imborrable que le dejó aquel
trauma y de la capacidad de reinventarse a sí mismo, algo semejante a lo que
estipula en las pautas determinantes de su Holly.
En un
primer borrador la protagonista se llamaba Connie Gustafson para luego pasar a
denominarse, como ya todos la hemos conocido, Holiday Golightly. El título del
libro, por su parte, proviene de una antigua leyenda contada para burlarse de
los forasteros. «Un neoyorquino de
mediana edad “entretiene” a un marine un sábado por la noche durante la Segunda
Guerra Mundial. La noche va tan bien que el hombre piensa en hacerle un regalo
al marine, pero como los domingos todas las tiendas están cerradas lo invita a
desayunar. “Elige el lugar más elegante de la ciudad”, le dice, efusivo. El
marine recurre al único gran nombre que conoce –el lugar que ya se había
convertido en leyenda de sofisticación– y le dice que quiere desayunar en
Tiffany».[36]. Sin
embargo la gestación de la novela fue un tanto problemática debido a los
tiempos de escritura de Capote y a las formas en las que debía ser publicada. Todo ello es agua pasada y al final,
los únicos alborotos se creaban cuando las amigas de Truman se peleaban por ser
la musa inspiradora del artista.
La
novela corta de Capote empieza con el escritor, interpretado por George
Peppard, preguntándose qué habrá sido de de una joven que había conocido años
atrás, llamada Holly. ¿Es posible que haya sido vista en África? Quizá, al fin
y al cabo, se trataba de una chica para la que no existían imposibles, una
chica que sólo lee revistas sensacionalistas, folletos de viajes y cartas
astrales.
La
protagonista de Capote, a diferencia de la Holly de la película, se acostaba
con hombres por dinero. El escritor en cambio, tenía una figura pueril (de
sexualidad inexplorada) muy distinta de la de George Peppard. No existía
ninguna posibilidad de que él pudiera llegar a convertirse en el héroe de
Holly, al contrario, se trataba más de un ser extraño que siempre intenta entrar
en el círculo para sentirse arropado. Nada que ver con el actor que le da vida,
pero tal vez sí con su creador original.
DOS VIAJES EN TAXI
En un Nueva York totalmente insólito se
acerca un taxi del que se baja una mujer vestida con un elegante Givenchy negro.
Se aproxima hasta el escaparate de la Joyería más lujosa del mundo y se toma
tranquilamente un café acompañado de un dulce croissant. En su manera de mirar
las joyas, en los planos cortos que retratan su hermosura, en toda y en
cada milímetro de esta secuencia inicial, tenemos la integridad de esta
inolvidable obra de arte…
Inocente, hábil, dulce y
sofisticada, Holly vive alejada de su pasado, en un destierro que ella misma ha
creado al no desear pertenecer a ningún lugar. Es como el lienzo que se nos clava
en la retina y nos acompaña a donde quiera que dirijamos nuestros pies. Sus
andanzas constituyen un aria, como una bella canción country… un Moon River.
Estamos ante una mujer luchadora que busca su eterna felicidad en un mundo
dominado por hombre, donde las mujeres son los mismos diamantes. Holly se rodea
de un aura tan frágil que a veces tenemos la sensación de que va a deshacerse
en añicos, pero ella continua, sigue adelante en su búsqueda, entre los aromas
y colores de la ciudad que nunca descansa.
Paul Newman, en lugar de George
Peppard, pudo haber sido su galán pero no quiso, o más bien no se atrevió ya
que «De haberla hecho no hubiera podido
elegir un regalo para Joan en Tiffany. Está claro que todos los diamantes eran
de Audrey». Todos lo sabían, aunque a algunos les haya costado reconocerlo
más que otros, Audrey era el único Diamante que podría desayunar en Tiffany.
Para
sus millones de seguidores, Desayuno con
Diamantes, se alza como un himno al amor y a la soledad, al sexo y, por
supuesto, a la elegancia. ¿Qué mujer no ha contemplado a Holly Golightly
desayunar frente a Tiffany y no ha deseado teletransportarse hasta ese mágico instante?
Se
trata de una obra maestra de un cine que prácticamente ya se ha extinguido. Hoy
en día, tan sólo unos pocos directores son capaces de hacernos soñar durante un
par de horas, sin levantarnos de la butaca de la sala de proyección, pero la
verdad es que –desde la perspectiva de una cinéfila, fan del cine clásico
Hollywoodiense, de Audrey Hepburn y del maestro Mancini– conseguir esa
frescura perenne, atendiendo a cómo funciona en nuestros días la maquinaria
creativa, se ha vuelto casi “misión imposible”. Por ello, demos gracias a la
sabiduría de unos cuantos, por permitirnos seguir disfrutando de Desayuno con Diamantes, siempre.
«Evocar esta película, volver a verla,
descubrir de nuevo a la maravillosa Audrey Hepburn, su rostro, su aire, produce
siempre el mismo placer, tiene siempre el mismo glamour…»[38].
“Sencillo”, cabría añadir, aunque, posiblemente no existen palabras mejor
escogidas que las empleadas por Givenchy para referirse a esta obra maestra
intemporal y cada día más querida.
«Decimos que “los diamantes son para
siempre”, ¡y es verdad! Les diamants sont eternels. Y, ¿por qué no?, Desayuno
con diamantes, también» (Givenchy)
[1] GRISTWOOD,
Sarah; Desayuno con Diamantes.
Barcelona: Electra, 2010. Pág. 11.
[2] Colores complementarios Divididos: cuando uno de los dos colores complementarios entre
sí se sustituye por sus dos adyacentes, al conjunto de los tres colores se le
denomina de complementarios divididos o adyacentes.
[3] Ten Gentlemen from
West Point. Dir. Henry
HATHAWAY para Twentieth Century-Fox,
1942.
[4]
Panhandle. Dir. Lesley SELANDER (Serie
B) para Allied Artist Pictures, 1948.
[5]
Bring Your Smile
Along. Dir. Blake EDWARDS para Columbia Pictures
Corporation, 1955.
[6]
Mister Cory. Dir. Blake EDWARDS para
Universal Pictures, 1957.
[7]Operation Petticoat. Dir Blake EDWARDS
para Granart Company y Universal
International Pictures, 1959.
[8]
Experiment in terror. Dir. Blake
EDWARDS para Columbia Pictures Corporation, 1962
[9]
Days of wine and roses. Dir. Blake
EDWARDS para Warner Bros. Pictures, 1962.
[10]
The Pink Panther. Dir. Blake EDWARDS
para The Mirisch Corporation,
1963.
[11]
The race. Dir. Blake EDWARDS para Warner
Bros. Pictures, 1965
[12]
The party. Dir. Blake EDWARDS para The Mirisch Corporation,
1968.
[13]
Darling Lili. Dir. Blake EDWARDS para Geoffrey Productions,
1969.
[14]
Victor Victoria. Dir. Blake EDWARDS
para Artista Management, 1982.
[15]
10. Dir. Blake EDWARDS para Geoffrey Productions,
1979.
[16] GRISTWOOD,
Sarah; Desayuno con Diamantes.
Barcelona: Electra, 2010. Pág. 39.
[17] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 43.
[18] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 39.
[19] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 43.
[20] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 45.
[21]
Sabrina. Dir. Billy WILDER para
Paramount Pictures, 1954.
[22]
Love in the afternoon. Dir. Billy
WILDER para Unites Artist, 1957.
[23] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 45.
[24] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 45.
[25]
Breakfast at Tiffany´s. Dir. Blake
EDWARDS para Jurow-Shepherd Production a Paramount Pictures, 1961.
[26] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 46.
[27] The Strange One. Dir. Jack
GARFEIN para
Horizon
Pictures Columbia
Pictures Corporation, 1957.
[28] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Págs. 71-72.
[29] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 11.
[30] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 15.
[31] Hubert de Givenchy,
en GRISTWOOD, Sarah; Desayuno con Diamantes. Barcelona:
Electra, 2010. Pág. 7.
[32] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 141.
[33] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 145.
[34] My fair Lady. Dir. George CUKOR para Warner Bros. Pictures, 1964.
[35] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 149.
[36] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 22.
[37] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 19.
[38] GRISTWOOD, Sarah; Desayuno
con Diamantes. Barcelona: Electra, 2010. Pág. 7.
*Andrea Carleos, Enero 2012